Jito, el conejo y el Gigante

 cuento; Jito, el conejo y el gigante - cabecera

Autor: Antonio Martínez Lorente

Como todos los días, al atardecer, los animales se reunían junto a la cerca de la granja para escuchar los relatos de Crescencio, el gallo más veterano del lugar.

Allí acudían la hormiga Josefina, la vaca Violeta, la gata Minurri, el perro Pancho, el pollito Casipío, el cerdito Magretas, el póney Veloz, el ratón Dientecillos y a veces, Jito el conejo; nuestro protagonista.

Aquella tarde, el gallo Crescencio, les contó la historia de un terrible gigante que atemorizó toda la comarca, ¡Era un ser monstruoso ! – decía el gallo – ¡Medía, por lo menos cien metros, sus ojos eran rojos como el fuego, sus dientes eran afilados y muy grandes, cada una de sus botas pesaban más de mil kilos !

Todos los animales temblaban de miedo al imaginarse tal monstruo. Todos no, Jito reía al pasar por allí con una enorme zanahoria, que iba a ser su cena.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - con los animales de la granja

¡ Ja,ja,ja! – rió Jito – ¿Cómo os podéis creer eso?. ¡Todo el mundo sabe que los gigantes no existen !

¡ Tu nunca te crees nada ! ¡ Nunca tienes miedo, pero algún día, te meterás en problemas ! – le dijo Veloz, el póney, muy enfadado –

Mientas tanto, Pancho, el valiente perro guardián, estaba ausente imaginándose como sería ese enorme ser.

¡ El gigante destruyó las aldeas de toda la comarca con sus enormes pies, se comió a todos los animales y tanta sed tuvo, que secó el arroyo que había cerca de la granja. – continuó la historia Crescencio -, Luego se retiró al bosque donde se cree que vive . En el silencio de la noche, se pueden escuchar sus atronadores ronquidos !

cuento; Jito, el conejo y el gigante - pancho se imagina al gigante

¡ Qué miedo – dijo, con voz temblorosa, la vaca Violeta – se me acaba de agriar la leche !

¡ Si algún día me encuentro con ese gigante le daré mil mordiscos en los juanetes – repuso el valiente ratoncillo –

¡ Nada podrías hacer contra él – le explicó el gallo con ternura – Nunca vayáis al bosque que veis en el horizonte , porque vive allí ! ¡ Vamos, es la hora de cenar !

Casi ninguno pudo dormir esa noche pensando en la historia del gigante e intentando escuchar los ronquidos del monstruo.

Al día siguiente, al atardecer, se encontraban jugando a la pelota Jito y Magretas; cuando de pronto una ráfaga de viento arrastró la pelota fuera del cercado y la llevaba al bosque a toda velocidad, hasta perderse de vista.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - jugando a la pelota

Sin pensar, Jito saltó la cerca de la granja y fue tras la pelota.

¡Jito, ¿dónde vas? – le gritó Magretas del todo asustado – Vuelve, recuerda que allí vive el gigante. Vuelve, Jito, vuelve !

Pero nuestro conejito no estaba dispuesto a perder su pelota; ni el viento, ni ningún gigante le harían perder el regalo que le hizo su mamá. Sin escuchar la llamada del cerdito, se adentró en la arboleda. Cuando encontró la pelota, se dio cuenta que se había perdido y la noche se echaba encima.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - perdido en el bosque

Temeroso, vagó por el bosque. Los árboles se mostraban amenazadores; así los veía. Una lechuza le terminó por aterrorizar y corrió a buscar refugio, cuando cayó en unas enormes y profundas huellas que había en medio del camino, dándose un golpe en la cabeza y así, perder el sentido.

Al día siguiente, cuando los rayos del sol iluminaban las copas de los árboles, recobró el conocimiento.

¿Dónde estoy? – se dijo Jito – ¿Qué ha pasado? ¡Tengo que volver a casa !

Nuestro amigocuento; Jito, el conejo y el gigante - se encuentra a un oso se puso en camino, sin saber muy bien hacia donde ir, cuando de pronto se encontró con un enorme oso pardo, que comía la miel de una colmena de abejas.

¡ Hola, conejo ! – le saludó el oso- ¿Qué haces en este bosque?

¡ Me he perdido y no encuentro el camino de casa ! – contestó Jito- ¿Me puede ayudar a encontrarlo, señor oso?

¡ No, pero cuando acabe con esta miel, serás mi comida. Te cocinaré con fresas silvestres – exclamó el gran oso – debes de estar muy tierno !

¡ Pero… si los osos no coméis carne ! – pudo decir con voz temblorosa nuestro asustado conejito –

¡ Te equivocas, orejitas, los osos somos omnívoros ! -contestó el oso relamiéndose –

¡ Omni, ¿qué …? ! – preguntó Jito –

¡ Omnívoro, que comemos de todo! -afirmó el plantígrado – ¡Frutas, pescado, miel, vegetales y por supuesto; carne, carne de un suculento conejo. Amigo, prepárate para ser mi almuerzo!

Cuando el gran oso pardo se abalanzó sobre Jito, se escucharon unas atronadoras pisadas; como si de un terremoto se tratase, que puso en fuga al oso.

¡ El gigante, el gigante ! – gritaba mientras huía despavorido- ¡Sálvese quien pueda !

Jito se escondió tras unos arbustos y cual no fue su asombro al comprobar, que en realidad, el gigante; ese ser terrorífico que describiera el gallo Crescencio y del que huían los grandes osos, era un pequeño gnomo que conducía una extraña máquina; como un automóvil, pero que en vez de ruedas, tenía cuatro enormes botas.

cuento; Jito, el conejito y el gigante - el gigante es un gnomo

El diminuto gigante, que ya había visto a Jito entre la maleza, le llamó.

¡ Ya puedes salir de tu escondite. No tengas miedo, conejito, no te haré daño !

¡ Pero… si tu eres…! ¡Pero… si tu no eres !- dijo Jito sin salir de su asombro –

¡ Si, soy un pequeño gnomo y no, no soy un gigante ! -contestó el recién llegado- ¡ Yo conocía la leyenda del gigante y al ser tan pequeño, todos se reían de mí -continuó el gnomo -. Por eso, decidí crear esta máquina para tener alejado de mi a todo el mundo. No tengo amigos, pero prefiero la soledad a las burlas !

¡ Yo quiero ser tu amigo ! – le dijo Jito- ¡ Tu me has salvado del oso y te estoy agradecido !

cuento; Jito, el conejito y el gigante - quiere al gnomo como amigo

¡ Los gnomos damos un trébol de cuatro hojas en señal de amistad !

¡ No me has dicho tu nombre ! – le preguntó Jito – ¿ Cómo te llamas?

¡ Soy el gnomo Asclepiodoto , un nombre raro !, ¿ verdad ? – contestó –

¡ Yo soy Jito!. ¿Quieres venir a vivir conmigo y con mis amigos a mi granja? – le propuso el conejo – ¡ Allí serás muy feliz !

¡ No me aceptarán – habló con tristeza el gnomo -,  se reirán de mi por ser tan pequeño !

¡ Cuándo les cuente que me has salvado la vida , seguro que serás bien recibido – aseguró Jito – no lo pienses más y ven con nosotros ! El conejito le tendió la mano y ambos amigos comenzaron a caminar hacia la granja.

Cuando llegaron, Jito contó a todos lo ocurrido. Los animales de la granja aceptaron a Asclepiodoto y desde ese día vivieron felices y sin temor a ese malvado gigante, pues, como dijera Jito, los gigantes no existen.

La única duda del gallo Crescencio eran los ronquidos que se escuchaban por la noche, a lo que, el gnomo contestó diciendo, que era el ruido del motor de la máquina que él mismo había construido.

Y como todas las historias tienen fin, esta no iba a ser menos; así que…

cuento; Jito, el conejito y el gigante - el gnomo se hace amigo de los animales