¡ Hola amigos!, me llamo Jorge y tengo siete años. Vivo en una ciudad muy grande ; voy al «cole» como cualquier otro niño, juego con mis amigos, con mi «play» , con el ordenador, voy a natación; como cualquier chico de mi edad.
Pero los fines de semana son muy especiales para mí. Todos los sábados, por la mañana, voy con mi papá al parque y me lo paso con él «guay». Mi papá es un tipo genial. Jugamos al balón, al escondite y me cuenta todo tipo de historias.
Nosotros somos los que estamos junto a la fuente , frente al perro y su amo.
El dueño del perro le lanzaba un periódico y el perro lo traía una y otra vez. Me llamó la atención que el perro ¡no tenía cola !
¡ Mira, papá, ese perro no tiene rabo !
¡ A lo mejor – me contestó – es el perro de San Roque !
¡ El perro …. ¿ de quién…. ? – le pregunté –
¿ Nunca has oído el dicho : «El perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Ramírez se lo ha cortado » ?
¡ No, nunca ! – dije –
¡ Sentémonos en un banco y te contaré la historia del rabo del perro de San Roque ! ¡ Roque González de la Santa Cruz, así se llamaba el Santo, era un indio criollo, que nació en Paraguay en el año 1576 y se hizo misionero jesuita. Fue enviado a la misión de Todos los Santos, donde vivían los indios guaraníes; y aquí es dónde comienza nuestra historia.
Al poco de llegar a la misión empezó a tener problemas con el hechicero de la tribu, un indio guaraní llamado Nezu. Nezu tenía un perro al que maltrataba constantemente.
Un día, San Roque, escuchó los aullidos del perro y sorprendió a Nezu pegándole con un palo.
¡ Detente insensato ! – le advirtió el Santo – ¿Cómo te atreves a maltratar así a un pobre animal ?
¡El perro es mío, – contestó el brujo – y hago con él lo que quiero!
¡ Todos los seres vivos son de Dios y alguien que les hace daño, no puede ser su dueño !. Nuestro misionero, arrebató el palo al hechicero y tomó en brazos al pobre perro, el cual, entendió que era su salvación del cruel tormento que, hasta ese momento, había vivido.
¡ Hasta que aprendas a querer y respetar a los animales, yo me quedaré con él !
¡ Me vengaré de ti – dijo el brujo – Mis dioses te castigarán con la muerte !. Dicho ésto, Nezu, se marcho a la selva.
¡ Papá ! – le interrumpí -¿ Y qué pasa con, el tal, Ramón Ramírez? ¡ Ahora llegamos a él ! – me contestó – ¡ No seas impaciente !
El Gobernador de aquellas tierras era Ramón Ramírez quién representaba al rey de España. Este hombre esclavizó a todos los indios de la región; les hacía trabajar de sol a sol por una mísera comida y cena.
Su cómplice era Nezu, el hechicero, el cual, atemorizaba a los indios diciéndoles que si no obedecían al gobernador, el gran espíritu les castigaría .
Ramón Ramírez odiaba a San Roque, pues, el santo, se opuso a la tiranía a que sometía a los guaraníes.
El misionero llevó a los indígenas a las tierras de la misión de Todos los Santos y dejaron de trabajar en las de Ramírez. El gobernador y Nezu planearon su muerte.
En las tierras de las misiones, los indios eran felices. Cultivaban las tierras y las cosechas se repartían entre ellos. No pasaban hambre y no sufrían los latigazos de los capataces del tirano.
Un día, cuando el Santo les hablaba a los indios sobre la palabra de Dios, antes de entrar en procesión a la iglesia de la misión, Nezu, que estaba oculto entre la maleza, le disparó un dardo envenenado con una cerbatana y mató a Roque. Algunos indios corrieron para atrapar a Nezu, pero éste escapó entre el follaje de la selva..
Los nativos intentaron socorrer a su misionero, pero nada pudieron hacer. Con todos los honores, los indios enterraron a su amigo y benefactor. El perro pasaba todo el tiempo en la tumba de su amo y mostraba gran tristeza por su pérdida.
El gobernador, Ramón Ramírez volvió a esclavizar a los guaraníes. ¡ Vuestro santurrón no os podrá ayudar! – les decía a los nativos – ¡ Si queréis vivir, trabajad !
Los pobres indios volvieron a sufrir el látigo y el hambre. Miraban al cielo y añoraban a su amigo.
¡ Bueno, papá ! – le pregunté – ¿cuándo aparece lo del rabo del perro ?
¡ Espera, que ya viene ! Cuando más desesperados estaban los indígenas, ocurrió algo increíble.
Una mañana, el perro de San Roque se levantó de la tumba de su amo y comenzó a caminar por el poblado de los indios y cuando llegaba a una choza, tocaba con su rabo la puerta de caña y allí mismo aparecía comida.
Los nativos supieron que se trataba de un milagro de su amigo Roque desde el cielo. Al enterarse de lo sucedido, Ramón Ramírez ordenó a Nezu que capturara al perro.
¡ Si tienen comida, no trabajarán !. ¡ Traeme a ese chucho !
Así lo hizo el hechicero. Fue a la tumba de San Roque y allí estaba el perro. Aunque, el pobre animal, se resistió, lo pudo meter en un saco y lo llevó a su jefe.
¿Dices que hace esos milagros con el rabo? – preguntó Ramírez – ¡ Pues… habrá que.… cortárselo !, ¿ no crees ? Ambos rieron y le amputaron al animal su cola.
¡ Qué canallas ! -comenté enfurecido – ¿ Y no tuvieron esos tipejos su merecido ?
¡ Aguarda y ya verás ! – advirtió papá – ¡ Entierra este rabo en algún lugar ! – le dijo Ramírez a Nezu –
Así lo hizo, el hechicero. Cuenta la leyenda que en ese lugar creció una palmera y que está custodiado por dos ángeles.
Los indios, al saber lo ocurrido se rebelaron contra el gobernador, Nezu y sus secuaces. Muertos de miedo al ver lo que se les venía encima, intentaron huir.
Los guaraníes les persiguieron y en la huida, los malos, cayeron por una catarata matándose. Los indios dedicaron el 17 de Noviembre como día de San Roque y nunca lo olvidaron.
¿ Tú sabes por qué los perros escarban en la tierra? – me preguntó mi papá –
¡ No ! – le respondí – ¿por qué?
¡ Por si encuentran el rabo del perro de San Roque !. y ¿ por qué se huelen el rabo cuando se ven ?
¡ Tampoco lo sé ! – respondí –
¡ Por si alguno lo ha encontrado y lo lleva puesto !
¡ Venga, papá, toda la historia te la has inventado ! – le comenté sonriendo !
¡ Si, pero, a que te ha gustado – me dijo guiñándome un ojo – Vamos a casa, que mamá nos espera para comer !