La tierra del olvido

 cuento: La tierra del olvido - cabecera

Autor: Antonio Martínez Lorente

David es un chico de catorce años, pelo negro, ojos verdes, alto y delgado. Le gusta hacer deporte; sobre todo jugar a baloncesto. Es un chico muy estudioso y se le puede encontrar, muy a menudo, en la biblioteca municipal de su ciudad.

En el instituto tiene muchos amigos y amigas, pero Sonia es la más; en realidad, es su novia.

Un día estaban en clase de «mates». Don Cristóbal, su profesor, estaba explicando como se resolvían los sistemas de ecuaciones. David envió a Sonia, por debajo de la mesa, una nota que decía:

¿ Vamos esta tarde al cine ?. Sonia lo miró y con una sonrisa contestó , si.

Don Cristóbal se dio cuenta y le llamó al orden. ¡ David, presta atención ! – dijo el profesor – ¡ Bien, continuemos. Como os decía…!

En ese momento, don Cristóbal se quedó en blanco; no se acordaba de nada. ¿ Qué os estaba diciendo…? -habló – ¡No recuerdo…!

¡ Nos estaba explicando los sistemas de ecuaciones ! – dijo Sonia – ¿no recuerda?

El profesor estaba muy confuso, pues no sabía resolver el problema. ¡ No sé… no recuerdo como se resuelve ! -murmuraba muy contrariado – ¿ Qué me pasa ?

cuento: La tierra del olvido - profesor confuso

El timbre que señalaba el fin de la clase, salvó de un buen aprieto a Don Cristóbal.

A la salida del instituto, el comentario de todos los estudiantes era el mismo; los profesores se habían quedado en blanco; no recordaban las lecciones. ¿ No te parece extraño que todos los profesores hayan olvidado todo lo que sabían ? – dijo Sonia –

¡ Si es extraño ! – respondió David – ¡ Lo mismo, hay epidemia !

¡Déjate de bromas, – continuó Sonia- esto puede ser más serio de lo que parece !

Conforme avanzaba el día, la situación se iba complicando más y más. Nadie sabía nada. Los médicos no sabían como curar a los enfermos, los mecánicos no podían arreglar los coches, los carpinteros no recordaban como se hacían los muebles. Nadie sabía como hacer su trabajo.

¡ Esto ha de tener una explicación – habló David – y la vamos a encontrar !

¿ Nosotros? – preguntó Sonia – ¿ Qué podemos hacer nosotros?

¿ Dónde está el saber ? – le preguntó a la chica-

¡ En los libros, supongo ! – contestó ella –

¿ Y dónde hay más libros ? – volvió a preguntar –

¿ En la biblioteca ? – contestó preguntando –

¡ Exacto, y es allí donde vamos ! – exclamó David – ¡ Allí encontraremos la respuesta de todo este lío !

Al llegar a la biblioteca, comprobaron que todos los libros estaban el blanco: todas las letras, fotos, esquemas y dibujos, habían desaparecido. ¡ Esto es un misterio ! – se asombró David-.

cuento: La tierra del olvido - en la biblioteca

Si, amigos, hasta en las tapas de los libros habían desaparecido los títulos.

Sonia advirtió que, en el segundo estante, había un libro que si tenía el título en el lomo.

¡ Mira, David, ése libro es el único que tiene título ! . ¿Lo cogemos ?

¡ Historia del saber! – leyó el chico – ¿ Por qué éste no se ha borrado ?

Nuestro amigo, tomó el libro y comprobó que en su interior, tampoco, había nada escrito.

¿ No te parece todo esto muy raro ? – preguntó con extrañeza Sonia –

Mientras ojeaban el libro, detrás de ellos, se abrió uno de los estantes como si de una puerta secreta se tratase.

¡ Madre mía ! – exclamó el chico – ¡ Esto sólo pasa en las películas !

Tras la puerta se veía un pasillo estrecho y oscuro.

¡ Tengo miedo ! – se asustó Sonia – ¡ Vamos a casa !

David, ya había entrado al pasillo y Sonia, muerta de miedo, no tuvo más remedio que seguirle. El pasillo era largo y sinuoso. Al final del mismo, se encontraron en una pequeña sala, en la que tenían que estar agachados para no darse con la cabeza en el techo. En las paredes, se podía ver figuras geométricas, fórmulas matemáticas, nombres de pintores y escritores y muchas más cosas.

¡ Esto, cada vez, es más raro ! – pensó David en voz alta – ¡Es increíble !

¡ Si, es increíble; pero vámonos a casa ! -suplicó Sonia – ¡Además, aquí no hay nadie !

¿ Nadie ? – se escuchó una voz que venía de un rincón de la sala – ¿ Acaso yo soy nadie ?

¿ Quién ha dicho éso ? – preguntó atemorizado el muchacho –

¡ Pues yo, el lápiz ! ¿ Qué buscáis aquí ? No salían de su asombro.

¿ Un lápiz que habla ? – se atrevió a decir la muchacha –

¡ Si !, ¿ qué pasa ? – contestó algo enfadado el lapicero – ¡ Y también como, canto, bailo y hago » pipí » !. ¿ A qué habéis venido a este lugar ?

David le contó lo sucedido en clase y lo de los libros en blanco de la biblioteca.

¡ Los libros se reunieron ayer en asamblea y decidieron marcharse a la Tierra del Olvido !

¿ Qué tierra es esa y por qué se fueron ? – le preguntó el chico – ¿Tú lo sabes ?

cuento: La tierra del olvido - hablan con el lapicero

¡ Yo que sé, sólo soy un lápiz – contestó – y ahora, si me disculpáis, tengo que afilarme la punta. Adiós !

¡ Espera, ¿ por dónde se va a la Tierra del Olvido ? -preguntó David –

¡ Por esa puerta ! – respondió – El lápiz señalaba una diminuta puerta que había en una de las paredes de la sala.

¡ Pero, por ahí no podemos pasar , – aseguró el chico – ¡ es muy pequeña !

¿ No habéis leído » Alicia en el país de las maravillas ? -cuestionó el lapicero –

¿ Tenemos que comer algo y nos volvemos pequeños ? -intervino Sonia – ¿ Es éso?

¡ No, abrid la puerta y podréis pasar! – explicó – ¡ Y ahora, me largo. Suerte !. El lápiz desapareció por arte de magia.

David se dirigió a la puerta y giró en diminuto pomo. Cuando la puerta se abrió, una luz cegadora se hizo presente en toda la sala.

¡ David, por favor, vámonos de aquí ! -suplicó la niña aterrorizada – ¡ todo esto es muy extraño ! Pero David, una vez más, entró a través de la puerta y Sonia, claro está, tuvo que seguirlo.

Aquél era un mundo muy distinto del que conocían. El cielo era de color rojo y amarillo el suelo. Templos, de estilo griego flotaban en el aire y al revés.

David y Sonia estaban perplejos. Caminaban, sin poder creer lo que sus ojos veían. Se toparon con un libro, con ojos, nariz, boca, manos y piernas; y además, hablaba.

cuento: La tierra del olvido - hablan con un libro

¿Qué clase de libros sois vosotros ? – interrogó el libro – ¿Nunca he visto unos tan raros ?

¡ No somos libros, – replicó Sonia – somos chicos; seres humanos !

¡ Si, ya os recuerdo. Muchas veces he estado entre las manos de alguno de vosotros ! – aseguró el libro – ¿ Qué hacéis en la Tierra del Olvido ?

David contó la aventura de la biblioteca, lo de la extraña sala y del pintoresco lápiz y como habían llegado a ese lugar.

¿ Por qué, todos los libros, estáis en blanco ?, ¿por qué la gente ha olvidado todo lo que sabía?

¡ Yo no lo sé, estoy en blanco ! – bromeó el libro – ¡ Yo era un libro de física, pero el gran libro anciano nos quitó toda la ciencia que conteníamos en nuestras páginas !

¿ Quién es ése gran libro anciano ? – preguntó Sonia –

¡ Es el primer libro, nuestro líder, el más sabio de todos! -contestó – ¡Él nos ha traído a ésta tierra a vivir para siempre !

¡ Tenemos que hablar con él ! – dijo David -¿ dónde lo podemos encontrar ?

¡Seguidme, – ordenó el libro – yo os llevaré !

Se pusieron en camino y llegaron a, una especie templo griego o romano, donde estaba el gran libro anciano. El cielo, ahora, se había vuelto multicolor. En la escalinata del templo, estaba el gran libro anciano.

cuento: La tierra del olvido - el libro anciano en el templo

Señor, somos… – dijo David –

¡ Sé quienes sois y a lo que habéis venido – habló el gran libro- y os voy a explicar lo sucedido!. ¿ Sabéis por qué los libros hemos venido a la Tierra del Olvido ? – continuó – Durante siglos, los libros hemos recopilado el saber humano, la ciencia y la investigación. Dios dio el entendimiento al hombre para hacer el bien y aunque lo habéis hecho; también habéis hecho el mal. Creasteis armas y bombas para la destrucción; cada vez más potentes y mortíferas, científicos crearon virus para matar a hombres, dejáis morir de hambre a miles de seres, cuando la solución está en la ciencia, habláis de paz con armas en las manos. Por todo y más, nos hemos retirado a este lugar dejando al hombre que se enfrente al destino que ha creado; ¡sin el saber, encaminado a su propia destrucción.
¡ El hombre, con la ciencia, ha hecho cosas buenas ! -replico Sonia – ¡ No es justo que nos privéis de ellas !

¡ Volved a vuestro mundo y contad lo que os he dicho, – dijo el gran libro – si el hombre se hace merecedor de nosotros, volveremos !

David y Sonia así lo hicieron y aunque el hombre no cambió; siguió haciendo el mal y el bien, los libros comprendieron que sin ellos no podía vivir. Volvieron a las bibliotecas. Todo volvió a la normalidad.

cuento: La tierra del olvido - los libros regresan

Bruno, el ratón astuto

 cuento: Bruno, el ratón astuto - cabecera

Autor: Antonio Martínez Lorente

Bruno es un ratoncito que vive en una ratonera de una granja agrícola. Aprovechando las muchas semillas que hay en ese lugar, nuestro ratón, cultiva un pequeño terreno y  cuyas abundantes cosechas, sirven para dar de comer a su esposa y sus 39 hijos.

Trabaja de sol a sol, parando sólo para comer, y cuando llega la noche está muy cansado; pero como él se dice: son muchas bocas que tengo que alimentar. Y así, día tras día, transcurre su vida.

Una mañana, buscando nuevas semillas, se alejó demasiado de la granja. Encontró varias semillas nuevas para su terreno y como hacía mucho calor, decidió descansar un poco, a la sombra de un montón de piedras. Bruno, se vio sorprendido por una serpiente, que no parecía traer muy buenas intenciones.

¡ Hola ratoncillo – le dijo la serpiente – ¿Sabes que vas a ser mi comida ?

cuento: Bruno, el ratón astuto - con la serpiente

Nuestro ratoncillo estaba muy asustado, quedó paralizado a merced del ofidio.

¡ Por favor, señora serpiente – suplicó, sin apenas poder hablar – no me coma !, ¡ soy padre de 39 ratoncitos y soy el único sustento para mi familia !

¿ 39 suculentos ratones y bien tiernecitos? – replicó la serpiente – ¡ Mmm, que banquetazo !

¡ Se lo suplico – imploró el roedor – déjeme ir !

¡ Tengo hambre, hoy no he desayunado – dijo el reptil – Soy una serpiente y las serpientes, comemos ratones de campo como tú !

¡ Soy muy pequeño, apenas un bocado, – le intentó convencer el ratón – además estoy muy resfriado; mira… achís, achís , sí me comes te pondrás malita. Te puedo servir mejor sí me dejas vivo !

¡ Que idea me has dado – exclamó la serpiente – tu vives en una granja, ¿ no?.

Si, – afirmó nuestro protagonista – ¿por qué lo preguntas?

¡ He oído hablar de los manjares que comen los humanos ; delicias de todo tipo: huevos, jamón, carne de cerdo y de cordero, se me hace la boca agua – se relamía el reptil –. Te voy a perdonar la vida, pero a cambio, me traerás todos los días comida de esa, tan rica, que hay en la granja !

¡ Pero, señora, entrar en la casa a coger comida es muy peligroso, – dijo Bruno – un enorme gato custodia el frigorífico; es un gato muy ágil y me podría comer !

 Elige, ¿quieres arriesgarte con el gato o ahora mismo te devoro yo ? – amenazó el ofidio – ¡ tú decides !

Está bien, le traeré la comida – asintió con resignación nuestro ratón –

¡ Recuerda, todos los días en éste lugar, me traerás ricos manjares – advirtió la serpiente – y no intentes engañarme, soy muy astuta y te he olido con mi lengua bífida; te podría encontrar en cualquier sitio !, ¿ entiendes ?

Bruno, llegó muy preocupado a su casa y le contó a su mujer lo sucedido. De todas formas se jugaba la vida, con el gato o con la serpiente. Al menos, con el gato, se la jugaba él sólo, pero con la serpiente, ponía en riesgo a su numerosa familia.

Al día siguiente, aprovechando que el gato estaba echando la siesta, el ratón se coló en la cocina y pudo coger los alimentos para el reptil. Más tarde, la serpiente ya había comido lo que le llevo el roedor.

¡ Deliciosa- se relamió – mañana traes más ! Y así, día tras día, Bruno le llevaba la comida a la avariciosa serpiente.

cuento: Bruno, el ratón astuto - comida del frigorífico

En una de sus aventuras al frigorífico de la granja el gato no estaba en su puesto de vigilancia y el » frigo » estaba vacío; no había nadie en la casa, los dueños de la granja se habían ido de vacaciones.

Bruno se estremeció y se decía a sí mismo: ¡ Dios mío , si no hay comida la serpiente me comerá y a mi familia, ¿qué puedo hacer? Cuando se lo contó a su esposa, ésta le dijo que tenía guardada una docena de huevos. ¡ Hoy podrá comer esa víbora y mañana ya veremos que es lo que hacemos ! – le explicó la señora ratona a su marido –

Bruno, que era un ratón muy astuto, tuvo una gran idea. Trazó un genial plan para librarse de la abusona serpiente de una vez por todas. Antes de ir, como cada día a verla, escondió los huevos en una madriguera de conejo que estaba abandonada.

Cuando el ratón acudió a su habitual cita con el reptil, le contó lo que había ocurrido, que no quedaba comida en la casa. La serpiente se enfadó muchísimo y enrollándose al cuerpo Bruno, le amenazó con comérselo en ese mismo instante.

¡ Reza tus oraciones, pequeño roedor – gritó llena de ira la serpiente – ha llegado tu final ! .¡ Espera , – reflexionó el ofidio – dices que tienes 39 hijos; me traerás cada día uno de ellos para saciar mi hambre !

¡ Te puedo ofrecer algo mejor cuento: Bruno, el ratón astuto - la serpiente quiere comerlo– contestó Bruno temblando de miedo – algo más sabroso !         ¿Qué es ? – preguntó malhumorada- ¡Habla!                                                  ¡ Pues que viniendo para aquí he visto un nido de huevos de tortuga y eran muy, pero que muy grandes !

¡ Llévame allí ! – ordenó ansiosamente –

La abusona serpiente se dio un atracón con los huevos que Bruno había escondido.
¡ Encuentra más nidos de éstos o me comeré a toda tu familia ! – advirtió el ofidio –

La trampa de nuestro amigo ya estaba preparada. Al día siguiente, el ratón la llevó a un nuevo nido, advirtiendo que en él, había muchos huevos de perdiz.

Sin pensarlo dos veces, la avariciosa serpiente, se metió en la madriguera; en la cual no había huevos, pero si había una mangosta, que es un mamífero que se alimenta de serpientes.

La mangosta se comió al reptil en un abrir y cerrar de ojos. La tirana serpiente, había recibido su merecido. Pero Bruno, se enfrentaba a otro problema. Veréis; las mangostas también comen ratones, ¡ Gracias, ratón, por traerme el almuerzo – le dijo la mangosta – pero no tengo cena: tu serás mi banquete !

Nuestro pequeño amigo había salido de un lío para meterse en otro, pero esta vez, lo tenía todo bien planeado.

¡ Yo soy un pequeño bocado para ti – repuso el ratón – pero te puedo llevar a un gran nido de serpientes donde te podrás dar un atracón; y eso sería cada día, ya que conozco el lugar de muchos de esos nidos !

¡ Si quieres salvar la vida, – advirtió la mangosta – espero que así sea ! ¡Llévame a ese jugoso nido!.

cuento: Bruno, el ratón astuto - con la mangosta

Nuestro protagonista, llevó a la mangosta a una explanada, donde apenas había vegetación.
¿ Es aquí dónde está ese nido ? – preguntó impaciente la nueva abusona del ratoncito –

¡ Aquí es – respondió – espera un momento y podrás comer cuanto quieras !

Bruno sabía que en aquél paraje vivía un águila imperial. De pronto, la figura del ave rapaz, surcaba el aire: y como un rayo, se dejó caer sobre la mangosta, la cual, nada pudo hacer por escapar.

cuento: Bruno, el ratón astuto - el águila acecha

Mientras que el águila se comía a la mangosta, el ratoncillo continuaba con su plan. Él sabía que el ave se lo podía comer de postre. Tomó de esas florecillas, que parecen algodón y se la puso en la boca.

¿ Qué tienes en la boca ?- preguntó el ave rapaz –

¡ Tengo la rabia ! – contestó Bruno –

cuento: Bruno, el ratón astuto - engaña a la serpiente

¿ La rabia? – se alarmó el águila – ¡ Alejate de mí !. El águila alzó el vuelo con la mangosta entre sus garras y desapareció en el cielo azul.

Bruno había vencido. La astucia pudo contra las abusonas serpiente y mangosta.
Al llegar a su casa se encontró con el gato.

¡ Gatito – provocó Bruno – tengo la rabia !, ¿ por qué no me comes ?

El gato huyó a toda prisa y desde ése día no volvió a molestar a la familia ratona.

Bruno, nunca volvió a alejarse de la seguridad de su hogar.
¡ Más vale cultivar semillas conocidas que nuevas por conocer!.

cuento: Bruno, el ratón astuto - engaña al gato