Alberto en el país de la música

 Cuento: Alberto en el país de la música - cabecera

Autor: Antonio Martínez Lorente

Aquella, no era una tarde normal; os cuento. Alberto se dirigía al conservatorio de su ciudad. Tenía que examinarse de piano con su profesor; el Maestro Solferino. Al llegar, el viejo profesor le esperaba en la clase.

¡ Alberto ! ¿estás preparado ? – le preguntó –

¡ Si, Maestro ! – contestó Alberto – ¿Cuándo usted quiera ?

Cuento Alberto en el país de la música - en el exámen

Alberto comenzó a interpretar una sonata de Mozart , y la verdad es que, se oía muy bien, pero de pronto, todo sonaba muy mal. Alberto dejó de tocar. Estaba muy contrariado.

¿ Qué ocurre, Alberto ?- exclamó el Maestro – ¿No has estudiado lo suficiente para el examen ?

¡ Si, Maestro, he estudiado mucho – repuso el muchacho – ¡Aquí pasa algo raro porque yo he interpretado bien la sonata, pero suena mal !

¡ Que va a pasar – dijo el profesor algo enfadado – no has estudiado y punto !

¡ Pruebe usted y verá como no le miento – afirmó Alberto – Por favor !

Así lo hizo y le ocurrió lo mismo que a Alberto. ¡ Esto es muy raro ! – se decía, mientras examinaba el interior del piano – ¿Será alguna gamberrada de algún estudiante ?

En ese instante pasó algo, aún más inaudito. Aparecieron en la clase, nada más y nada menos,que Vivaldi, Händel y Beethoven.

¡ Maestro Solferino ! – llamó su atención Händel – ¡ Esto es un desastre !

¿ Qué ocurre? – preguntó el anciano profesor –

¡ Ocurre que el mundo de la música se ha vuelto loco ! -contestó Vivaldi – ¡ Nada suena bien !

Alberto no salía de su asombro al contemplar a tan ilustres embajadores de la música. ¡ Pero si son…! ¡ Pero si son… ! – balbuceó el chico sin poder creer lo que veía – ¡ No puedo creerlo !

¡ Si, joven amigo, somos Beethoven, Händel y Vivaldi – le explicó el último –

¡ Es cierto, pequeñuelo ! – dijo Beethoven – a mi me puedes llamar «Genio» !

¡ Déjate de bobadas, «Genio » – inquirió Händel – y vamos al asunto !

¡ Pues el asunto es, que ésta mañana fuimos a comprobar nuestra obra musical y suena peor que si a un gato le pisaran la cola ! – prosiguió Beethoven -¡ Maestro, présteme su batuta mágica y lo comprobará !

Beethoven alzó la batuta y comenzó a oírse su Quinta Sinfonía de una forma horrible.

Cuento Alberto en el país de la música - Beethoven, Händel y Vivaldi

¿ Qué está pasando, Maestro ? – interrogó Vivaldi

¡ Esta tiene toda la pinta de…, pero no; no es posible, – pensaba en voz alta Solferino – aunque tal vez… !

¡Maestro Solferino, – le increpó con nerviosismo Händel – ¿quiere usted explicarse con claridad ?

¡ Escuchad. Hace mucho tiempo, cuando yo fui creado por el Consejo de Eruditos de la Música, nació el Solfeo. Nací para que la música se pudiera escribir. Yo creé las notas musicales, el tempo y todas las reglas para que la música se estudiara. Más tarde nació mi nieta, el hada Armonía.

Todos hemos contribuido para belleza de las composiciones musicales -narraba el profesor -. Al mismo tiempo, de entre las sombras, surgió un ser demoníaco que odiaba la música. Intentó destruirla, pero su inexperiencia le llevó a cometer errores y el Consejo lo desterró a la montaña del silencio perpetuo. ¡ Un pentagrama vacío fue su prisión durante cientos de años !

¿ Y usted cree que puede ser él? – preguntó Alberto –

¡ Mucho me temo que si! , – contestó el Maestro – Maese Disonancias; así se llama el sujeto. Ha debido de encontrar la forma de escapar y viene a vengarse

De repente, surgido de la nada, apareció el malo de nuestra historia; Maese Disonancias.

Cuento Alberto en el país de la música - disonancias

¡ Bravo, Maestro Solferino! , veo que los años no han mermado tus facultades. Si, he venido a vengarme y mi venganza ya ha empezado: He secuestrado a tu nieta Armonía, tu gnomo Tempo está paralizado, las notas musicales están en huelga
y para finalizar; yo fui quien inventó el «Top Manta». Si arruino al compositor, éste no compondrá música.

Sólo faltas tú, Solferino – amenazó el siniestro personaje – y te aseguro que tu hora llegará muy pronto. ¡Acabaré con la música para siempre !

¡ No te saldrás con la tuya, cara de rata con peluca!. – gritó Alberto con gran enfado – No serás tu quien acabe con mi sueño de ser, algún día, un gran pianista. ¡ Vamos por él !

En ese momento, capitaneados por Alberto, todos se abalanzaron hacia Disonancias, pero éste lanzó contra ellos un sonido muy fuerte y malsonante.

¡ Qué horror – exclamó Vivaldi – que pare…!

¡ Es insoportable ! – se quejaba Händel –

Todos se tapaban los oídos con las manos, todos menos Beethoven

¿ Y ese por qué no se doblega ante mi disonancia ? – dijo el villano –

¡ Porque es un poco duro de oído ! – le contestó el Maestro Solferino –

Maese Disonancias le dio a Beethoven un gran pisotón.

¡ Ay, mi juanete ! – gimió de dolor – ¡ tendrá mala intención el tío feo este !

¡ Nos volveremos a ver, Solferino ! – diciendo esto, Maese Disonancias, desapareció – ¡ Nos veremos muy pronto !

¿ Qué podemos hacer, Maestro? – preguntó Alberto –

Tenemos que vencerlo en su terreno  -dijo el anciano -.  Alberto trae la flauta. ¡Nos vamos al País de la Música !

Cuando llegaron al País, todo era un desastre. Las notas musicales habían abandonado los pentagramas , los instrumentos volaban por los aires , todo era silencio en ese lugar donde, antes, las melodías llegaban a todos los rincones.

Encontraron al Gnomo Tempo inmóvil, como sin vida.

Cuento Alberto en el país de la música - gnomo tempo

Con su llave maestra, Solferino, le pudo dar cuerda y Tempo les contó todo lo ocurrido: el rapto del hada Armonía, la huelga de las notas musicales con carácter indefinido y la humillación que sufrió al ser parado por el malísimo Maese Disonancias, después de haber estado marcando el tiempo de la música durante siglos y siglos.

Para colmo de males , las notas llegaban en manifestación. ¡Mejores pentagramas !, ¡ claves no mandonas !, – pedían – ¡Tempos lentos que nos cansan los que son rápidos !

El Maestro Solferino escuchó sus demandas.

¡ Lo peor de todo es la crisis de identidad que sufrimos; me explico, – dijo la redonda – viene la clave de Sol y dice: ponte en la 3a línea y serás SI, luego la de Fa en cuarta  y en el mismo sitio, te dice ahora eres RE. ¡Mire a mi compañera!.

Cuento Alberto en el país de la música - notas en manifestación

¡ Ser SI o ser RE , ésa es la cuestión !- dijo la nota negra muy apenada –

¡ Pero, por Dios, sois notas, – dijo el Maestro bastante enfadado- actuad como notas !

¡ Tenemos nuestros derechos ! – gritaron todas a la vez –

En este punto, Maese Disonancias, volvió a aparecer.. ¿ Te gusta el caos que he organizado, amigo ? – habló Disonancias – ¡Ahora te toca a ti !

¡ Rápido, Alberto, toca la flauta ! – ordenó el profesor –

Alberto comenzó a tocar, pero con un simple gesto, de Disonancias, dejó de sonar.

Cuento Alberto en el país de la música - disonancias interviene

¿ Creías que con una flautita podrías conmigo ? – dijo el villano – ¡ Adiós para siempre, Maestro Solferino !

El malo de nuestra historia, comenzó a hacer un conjuro, al tiempo que el Maestro se quedaba, casi, petrificado.

¡ Alberto, canta ! – se le ocurrió al profesor que su enemigo podía controlar los instrumentos, pero, no la voz humana – ¡Canta por favor !

Así lo hizo y el malvado Disonancias se fue convirtiendo en piedra, mientras que el Maestro Solferino recobraba la movilidad.

¡ Qué se calle !- decía Disonancias – ¡ Dile que se calle !. Maese Disonancias se había convertido en estatua de granito.

En ese instante, apareció Armonía. Tempo volvía a funcionar, las notas volvieron a su lugar: todo era como siempre.

¡ Todo ha terminado bien ! – dijo Beethoven –

Todo no, falta tu examen, Alberto ! – habló el Maestro Solferino –

Alberto interpretó como nunca y…SOBRESALIENTE – calificó su mejor Maestro –

Cuento Alberto en el país de la música - dedicado a su hijo Alberto

Jito, el conejo y el Gigante

 cuento; Jito, el conejo y el gigante - cabecera

Autor: Antonio Martínez Lorente

Como todos los días, al atardecer, los animales se reunían junto a la cerca de la granja para escuchar los relatos de Crescencio, el gallo más veterano del lugar.

Allí acudían la hormiga Josefina, la vaca Violeta, la gata Minurri, el perro Pancho, el pollito Casipío, el cerdito Magretas, el póney Veloz, el ratón Dientecillos y a veces, Jito el conejo; nuestro protagonista.

Aquella tarde, el gallo Crescencio, les contó la historia de un terrible gigante que atemorizó toda la comarca, ¡Era un ser monstruoso ! – decía el gallo – ¡Medía, por lo menos cien metros, sus ojos eran rojos como el fuego, sus dientes eran afilados y muy grandes, cada una de sus botas pesaban más de mil kilos !

Todos los animales temblaban de miedo al imaginarse tal monstruo. Todos no, Jito reía al pasar por allí con una enorme zanahoria, que iba a ser su cena.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - con los animales de la granja

¡ Ja,ja,ja! – rió Jito – ¿Cómo os podéis creer eso?. ¡Todo el mundo sabe que los gigantes no existen !

¡ Tu nunca te crees nada ! ¡ Nunca tienes miedo, pero algún día, te meterás en problemas ! – le dijo Veloz, el póney, muy enfadado –

Mientas tanto, Pancho, el valiente perro guardián, estaba ausente imaginándose como sería ese enorme ser.

¡ El gigante destruyó las aldeas de toda la comarca con sus enormes pies, se comió a todos los animales y tanta sed tuvo, que secó el arroyo que había cerca de la granja. – continuó la historia Crescencio -, Luego se retiró al bosque donde se cree que vive . En el silencio de la noche, se pueden escuchar sus atronadores ronquidos !

cuento; Jito, el conejo y el gigante - pancho se imagina al gigante

¡ Qué miedo – dijo, con voz temblorosa, la vaca Violeta – se me acaba de agriar la leche !

¡ Si algún día me encuentro con ese gigante le daré mil mordiscos en los juanetes – repuso el valiente ratoncillo –

¡ Nada podrías hacer contra él – le explicó el gallo con ternura – Nunca vayáis al bosque que veis en el horizonte , porque vive allí ! ¡ Vamos, es la hora de cenar !

Casi ninguno pudo dormir esa noche pensando en la historia del gigante e intentando escuchar los ronquidos del monstruo.

Al día siguiente, al atardecer, se encontraban jugando a la pelota Jito y Magretas; cuando de pronto una ráfaga de viento arrastró la pelota fuera del cercado y la llevaba al bosque a toda velocidad, hasta perderse de vista.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - jugando a la pelota

Sin pensar, Jito saltó la cerca de la granja y fue tras la pelota.

¡Jito, ¿dónde vas? – le gritó Magretas del todo asustado – Vuelve, recuerda que allí vive el gigante. Vuelve, Jito, vuelve !

Pero nuestro conejito no estaba dispuesto a perder su pelota; ni el viento, ni ningún gigante le harían perder el regalo que le hizo su mamá. Sin escuchar la llamada del cerdito, se adentró en la arboleda. Cuando encontró la pelota, se dio cuenta que se había perdido y la noche se echaba encima.

cuento; Jito, el conejo y el gigante - perdido en el bosque

Temeroso, vagó por el bosque. Los árboles se mostraban amenazadores; así los veía. Una lechuza le terminó por aterrorizar y corrió a buscar refugio, cuando cayó en unas enormes y profundas huellas que había en medio del camino, dándose un golpe en la cabeza y así, perder el sentido.

Al día siguiente, cuando los rayos del sol iluminaban las copas de los árboles, recobró el conocimiento.

¿Dónde estoy? – se dijo Jito – ¿Qué ha pasado? ¡Tengo que volver a casa !

Nuestro amigocuento; Jito, el conejo y el gigante - se encuentra a un oso se puso en camino, sin saber muy bien hacia donde ir, cuando de pronto se encontró con un enorme oso pardo, que comía la miel de una colmena de abejas.

¡ Hola, conejo ! – le saludó el oso- ¿Qué haces en este bosque?

¡ Me he perdido y no encuentro el camino de casa ! – contestó Jito- ¿Me puede ayudar a encontrarlo, señor oso?

¡ No, pero cuando acabe con esta miel, serás mi comida. Te cocinaré con fresas silvestres – exclamó el gran oso – debes de estar muy tierno !

¡ Pero… si los osos no coméis carne ! – pudo decir con voz temblorosa nuestro asustado conejito –

¡ Te equivocas, orejitas, los osos somos omnívoros ! -contestó el oso relamiéndose –

¡ Omni, ¿qué …? ! – preguntó Jito –

¡ Omnívoro, que comemos de todo! -afirmó el plantígrado – ¡Frutas, pescado, miel, vegetales y por supuesto; carne, carne de un suculento conejo. Amigo, prepárate para ser mi almuerzo!

Cuando el gran oso pardo se abalanzó sobre Jito, se escucharon unas atronadoras pisadas; como si de un terremoto se tratase, que puso en fuga al oso.

¡ El gigante, el gigante ! – gritaba mientras huía despavorido- ¡Sálvese quien pueda !

Jito se escondió tras unos arbustos y cual no fue su asombro al comprobar, que en realidad, el gigante; ese ser terrorífico que describiera el gallo Crescencio y del que huían los grandes osos, era un pequeño gnomo que conducía una extraña máquina; como un automóvil, pero que en vez de ruedas, tenía cuatro enormes botas.

cuento; Jito, el conejito y el gigante - el gigante es un gnomo

El diminuto gigante, que ya había visto a Jito entre la maleza, le llamó.

¡ Ya puedes salir de tu escondite. No tengas miedo, conejito, no te haré daño !

¡ Pero… si tu eres…! ¡Pero… si tu no eres !- dijo Jito sin salir de su asombro –

¡ Si, soy un pequeño gnomo y no, no soy un gigante ! -contestó el recién llegado- ¡ Yo conocía la leyenda del gigante y al ser tan pequeño, todos se reían de mí -continuó el gnomo -. Por eso, decidí crear esta máquina para tener alejado de mi a todo el mundo. No tengo amigos, pero prefiero la soledad a las burlas !

¡ Yo quiero ser tu amigo ! – le dijo Jito- ¡ Tu me has salvado del oso y te estoy agradecido !

cuento; Jito, el conejito y el gigante - quiere al gnomo como amigo

¡ Los gnomos damos un trébol de cuatro hojas en señal de amistad !

¡ No me has dicho tu nombre ! – le preguntó Jito – ¿ Cómo te llamas?

¡ Soy el gnomo Asclepiodoto , un nombre raro !, ¿ verdad ? – contestó –

¡ Yo soy Jito!. ¿Quieres venir a vivir conmigo y con mis amigos a mi granja? – le propuso el conejo – ¡ Allí serás muy feliz !

¡ No me aceptarán – habló con tristeza el gnomo -,  se reirán de mi por ser tan pequeño !

¡ Cuándo les cuente que me has salvado la vida , seguro que serás bien recibido – aseguró Jito – no lo pienses más y ven con nosotros ! El conejito le tendió la mano y ambos amigos comenzaron a caminar hacia la granja.

Cuando llegaron, Jito contó a todos lo ocurrido. Los animales de la granja aceptaron a Asclepiodoto y desde ese día vivieron felices y sin temor a ese malvado gigante, pues, como dijera Jito, los gigantes no existen.

La única duda del gallo Crescencio eran los ronquidos que se escuchaban por la noche, a lo que, el gnomo contestó diciendo, que era el ruido del motor de la máquina que él mismo había construido.

Y como todas las historias tienen fin, esta no iba a ser menos; así que…

cuento; Jito, el conejito y el gigante - el gnomo se hace amigo de los animales